sábado, 13 de febrero de 2010

.: C A&P:. T. por Teles

San Valentín en París



Últimamente él se queda fascinado observándola durante minutos -que bien podrían ser horas- y la vislumbra como si emergiera de entre unas zarzas ardiendo, como si fuera un milagro. No es que eso no lo hiciera antes, cuando ella era humana y dormía unas veces plácida y otras agitada, y el inconsciente, laxo y disipado pronunciaba su nombre entre susurros o jadeos, según el carácter del sueño, generalmente del color de la piel de la lima.


Ahora todo es distinto, para empezar ella ya no come, ni duerme, ni se sonroja y sin contar con el peso que bajó durante el parto, ha perdido 21 gramos desde que no respira.


A Edward le es imposible resistirse a la nueva naturaleza de Bella, que es la suya propia, la que tanto había evitado regalarle en otro tiempo y la que finalmente le salvó la vida o la existencia, o como sea que se quiera llamar a habitar eternamente en la Tierra. Da igual, está con él y eso es lo que realmente importa.


¿Cuántos maridos -ahora viudos- no habrían deseado poder transformar a sus esposas en vampiras, condenarlas a la eternidad, arrebatarles el alma si con eso las hubiesen podido mantener a su lado tras un parto fatal? Definitivamente Bella era un milagro y Nessie se había convertido en la niña de sus ojos transmutando de monstruo en prodigio a menos de una milésima de segundo de su nacimiento. El concepto del tiempo para un vampiro está fuera de toda comprensión humana. Einstein se acercó a definirlo, pero eso es otra historia.


Bella apenas vestida con la camisa de él y unas bragas negras y breves, recostada en la cama sobre sus codos le miraba con la boca entreabierta y el deseo llameándole en los ojos todavía rojos.


Desde luego no era una neófita común: se sentía cómoda entre los humanos y controlaba su sed a la perfección, pero en público debía esconder ese detalle del fuego tras unas molestas lentillas. Para ella era un verdadero alivio poder prescindir de ese par de parapetos de su nueva realidad cuando llegaba a casa, como quien se quita unos zapatos estrechos. A él el rojo le resultaba rematadamente sexy y verla vestida con su ropa le excitaba sobremanera.


-No debiste retarme- le dijo ella con una sonrisa que imitaba a la torcida que tanto le gustaba y se mordió el labio inferior de esa manera tan tentadora que sabía que le volvería decisivamente loco. Él ronroneó, o eso le pareció a Bella, pero cualquier humano que le escuchara imaginaría que semejante gruñido sólo podía provenir de la garganta de un animal salvaje. Había sido una buena idea reservar toda la última planta. Alice sabía bien lo que se hacía al aislarse en un iglú. La intimidad de un vampiro es un bien preciado.


Parecía que en cualquier momento sus mejillas transparentes volverían a sonrojarse y él lo esperaba aunque sabía de sobra que era imposible, ese era uno de los detalles humanos que más echaba de menos, hacerla sonrojar y escuchar el tambor de su corazón, y verla dormir, porque adoraba verla dormir. El dichoso coste de oportunidad. No se arrepienten, ninguno de los dos pero él echa de menos que sus venas funcionen como antes, y el calor de su roce.


Se incorporó a velocidad vampírica al tiempo que estiraba los brazos para atraerle de nuevo a la cama. Ella posee ahora más fuerza física que él. Edward no tiene nada que hacer, ni una minúscula oportunidad, pero tampoco le interesa resistirse; ya luchó a cada instante, suficiente e infructuosamente contra sí mismo y el resto de elementos mientras ella respiraba por necesidad.


-Eres tú quien me reta, mordiéndote de ese modo.- dijo Edward dejándose llevar, porque ahora Edward no se reprime, nada, ni un poco. Y aunque no necesita respirar, hincha los pulmones visiblemente y exhala vaciando el pecho. Ese su juego, su broma particular y a ella le encanta que él simule ser humano; él no dice nada pero la disfruta mucho más, porque cuando llega el turno de Bella puede volver a sentir su pecho subir y bajar y si no fuera porque está fría como un témpano de hielo, juraría que continua viva.


Todos dicen que ahora es preciosa, pero para él ya lo era antes, su cantante, su Bella.


Habían confiado el cuidado de Nessie a Esme y Rose, los chicos estaban de caza en Yukón y Alice y Jasper de vacaciones en alguna parte remota del norte de Europa, Groenlandia leyó Edward en la mente de Alice, la artífice de la sorpresa. “Quiere hacerlo en un iglú” le reveló Edward la fantasía de su hermana a Bella una vez estuvieron en el aeropuerto, camino de Europa. Se lo contó allí para evitar filtraciones, y lo hizo mostrando una sonrisa cómplice y elevando las cejas cuando Bella imitando las reacciones joviales del duende, se llevó las manos a la boca y brincó divertida.


Para quien no siente el frio como ajeno y molesto y cuyo cuerpo es duro como una roca, un iglú es tan buen lugar como el más mullido de los colchones de plumas. Alice no se aburre nunca y Jazz goza con esa y todas las particularidades de su mujer y con el tiempo algunas las ha hecho suyas ya que según recordaba Bella, el año anterior Jazz la llevó de caza a la Selva Negra para celebrar su aniversario. Vampiros excéntricos.


Al margen de quién retara a quien, ellos simplemente eran una divina pareja disfrutando de un romántico fin de semana en una suite de un hotel en París, en mitad del peor febrero que ha vivido Francia en décadas, lluvioso, oscuro, hostil, un perfecto San Valentín si eres vampiro, claro.


No necesitaba tocarla para saber que estaba húmeda, lista para él, la olía pero aun así quería probarla. Ella por supuesto, tenía otros planes.


- Déjame que te pruebe – ordenó él con la voz áspera mientras ella se escabullía de entre sus brazos y le observaba con lascivia desde el otro lado de la cama King size. Él a los pies del lecho, sentía la saliva en su garganta como si fuera ponzoña. A veces parecía que las cosas no hubieran cambiado, pero él sabía que podía hacerla suya tanto como quisiera, o como ella se dejase, siempre sin matarla. Rugió por la anticipación.


- ¿Qué quieres probar? – Bella sonreía tanteando el límite de la paciencia y del deseo de su marido. Muchas veces él la había conducido a confesarle sus más sucios anhelos, esta vez sería él quien hablase. Donde las dan, las toman.


- Quiero probarte- definitivamente le dolía cada palabra al hacer vibrar sus cuerdas vocales, tan rígidas como su miembro.


- Tendrás que ser más concreto- Bella no se daba por vencida. Él sonrió y musitó algo en francés. Bella no sabe francés, todavía. Tiene toda la eternidad para aprender


- Quiero poder recorrer tu piel con mi lengua. –Afirmó Edward sin apartar la mirada de su amada- Empezaré por el tobillo o por los dedos si prometes aguantar las cosquillas esta vez.-Le guiñó un ojo y ella se tapó la cara, como escondiendo un sonrojo, al recordar la vergüenza del ataque de risa provocado por un intento anterior de cumplir la sentencia “te voy a comer a besos”. Adorable. Ella le parece rematadamente adorable y apetecible.


- ¿Y cuando pases del tobillo?- Bella no se rinde, quiere escuchar más. Edward la mira, sonríe y levanta una ceja.


-Entonces viene la pierna derecha. Me voy a entretener en tu gemelo y para asegurarme de que sientes bien cada uno de mis lametones te voy a tender de espaldas, con la cara contra las sábanas.


-Así que de espaldas…- Dijo ella conforme con el plan. Es una buena manera de empezar.


- Si. No tengo prisa por terminar contigo. Luego viene la pierna izquierda, de hecho ya estoy en el muslo. Me cuesta mucho esconder los dientes así que voy a empezar a morderte, suavemente, pero también vas a sentir además de la lengua, mis dientes en tu piel. Tu trasero me enloquece, ya lo sabes, me va a ser imposible no acariciarte también con las manos.


-Me gusta que me avises cuando juegues con más de tus armas- Asintió al tiempo que juntaba un poco las piernas y tensaba su interior, rozándose. Las palabras de Edward estaban haciendo un efecto devastador en el cuerpo muerto de esa Bella que en otras circunstancias hubiese prendido una hoguera solo con el roce de su piel. Ahora el frio que ella no siente se combinaba con la humedad de su centro.


- La siguiente que utilice no sé si necesitará presentación- Le avisó mientras avanzaba hacia ella, la tomaba por las piernas de un tirón y le daba la vuelta, dejándola como le había anunciado, con el pecho contra en colchón.- ¿Sigo o te lo muestro ya?- Edward le daba la opción, pero si él pudiese elegir, empezaría de inmediato a darle el placer que sugerían sus palabras.


- Sigue- dijo ella volteándose con destreza, quedando cara a cara, sosteniéndole la mirada y arrancándole un quejido. Él que se lo veía todo hecho, todo fácil. De eso nada, vampiro.


-Adoro tu espalda, me encanta cómo te estremeces cuando te rozo la columna con un dedo, cuando te beso los omoplatos, cuando te muerdo el cuello….


- Me vas a dar la vuelta ya- preguntó ella impaciente por conocer el devenir de las fantasías de su hombre, juntado las piernas de nuevo. El se dio cuenta de su gesto masturbador y las separó, inmovilizándolas con fuerza, porque ya no teme hacerle daño, pero no quiere que se roce. ¿No quería ella hablar?, pues eso van a hacer, por el momento.


-Sí, te voy a dar la vuelta.-Avanza los acontecimientos, él, que se nota en su voz y el temblor de su miembro bajo el bóxer, que no puede mucho más- Conozco tus espinillas, las lamo y te beso las rodillas y sigo por los muslos, les doy más mordiscos, tu piel es muy tersa, ¿lo sabes? Me vuelve loco. Me entretengo en la cara interna de tus muslos hasta que llego a mi hogar, ese que siento caliente y húmedo. -Un jadeo se escapa de la boca de Bella-. ¿Me dejas que te quite las bragas?


-Si, por favor- suplicó casi sin voz y levantó el trasero y curvó la espalda, destrozando el autocontrol de Edward, que exhaló fuerte por la nariz mientras las deslizaba con cuidado, podría haberlas roto con solo mirarlas superado por el deseo, pero ese no era el punto.


- Buena chica. Ahora puedo probar tu piel, y tu otro sabor. Mi lengua conoce todo lo que tiene que hacer para conseguir que gimas alto, mis dientes también están al tanto de su misión; luego la lengua se convierte en una espada y te llevo al cielo por primera vez, pero no va a ser la última y tú lo sabes ¿verdad cariño?


- Aja- Bella no alcanza a decir nada más, mientras se pierde en los ojos dorados del que está sobre ella, con las manos a ambos la dos de sus muslos.


-¿Sigo? - Ella ya solo asintió con la cabeza, porque el resto del cuerpo no le obedecía.


-Cuando me he bebido los estragos de tu delicioso primer orgasmo el monte de Venus aparece frente a mí y mi nariz se enreda entre sus rizos y llego a tu ombligo y te beso; mis manos ya no pueden estar quietas y reclaman tus pechos, los acaricio, preparándolos para mi boca, dejándolos dispuestos para que ella sin tregua lama y muerda las cimas que los coronan. Tu cuello, todavía me fascina tu cuello, no imaginas cuánto; lo beso con tanta fe que ya sabes, acabaría con mi existencia si no pudiera tenerlo cerca. Y al fin llego a tus labios, mi casa, mi verdadero hogar, donde tanto tiempo he estado sufriendo y gozando.


Si hay algo que quiero es besarte en los labios. – sentenció, aflojando el agarre y ella notó como mojaba las sábanas y su escudo se abría para permitirle a él ver toda la historia que ella escondía en el centro de sus ojos rojos desde que eran dos orbes chocolate intenso; antes de descubrirle el misterio ocultaba entre sus piernas y entregarse a él.


“Una mañana de delirio salvaje desperté


con la fiebre del ave migratoria,


noté mi frente arder


dejé mi casa, dejé una vida amable


he visto cosas que no he contado a nadie,


he visto el amor más grande, el que te da una madre


y vi el dolor más fuerte, la cara de la muerte.


El centro de mis ojos


es el centro de un terremoto


lo haremos poco a poco,


aunque el mundo se ha vuelto loco, tú podrás verlo en mis ojos


He saltado de la roca más alta


hacia el mar y desnuda entré en el agua,


me he vuelto a bautizar


las cosas buenas que he ido recordando,


en mis canciones, yo te las regalo.


El centro de mis ojos


es el centro de un terremoto


lo haremos poco a poco,


aunque el mundo se ha vuelto loco, tú podrás verlo en mis ojos


Yo nací en una tierra quemada,


fui una niña de triste mirada


no tengas miedo, sé que resulta extraño,


estamos viendo con los ojos cerrados


El centro de mis ojos


es el centro de un terremoto


lo haremos poco a poco,


aunque el mundo se ha vuelto loco, tú podrás verlo en mis ojos”


“El centro de mis ojos, Amaral"

3 comentarios:

  1. hay haya haya me encantaaaaaaaaa!!!!!

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  2. T que lindo Os.. es tan romantico .. tan wow ... m encata ... eres una gran escritora mi T ... te quiero m uuucho

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  3. T!!!!
    fantastico OS!!!!
    me encanta!!!!
    besitos nena

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