miércoles, 27 de enero de 2010

Placer sin limites Capitulo 1: La Decisión



Placer Sin Limites
Capitulo 1: La Decisión

—¿Está lista nuestra estricta auditora? El siguiente es tu soltero.




Rose se tomó la copa de champán como si fuera un estibador de muelles bebiéndose una cerveza de un trago después de un duro día de trabajo. Lo hizo con la esperanza de acallar sus dudas y de ahogar a las mariposas que le revoloteaban nerviosas en el estómago. A continuación, le entregó la copa a un camarero que pasaba por allí con una bandeja y agarró otra en busca de valor para mirar a Bella y a Alice, sus dos mejores amigas y cómplices en lo que iba a hacer aquella noche.



—No me he sentido nunca tan expuesta. Voy medio desnuda. No pienso permitir que me vuelvan a vestir jamás. Mi camisón cubre más que este vestido —comentó volviendo a colocar en su sitio el tirante de la prenda y tirando del dobladillo de la falda, que apenas le cubría las caderas.



La idea de salir del club corriendo se le hacía cada vez más atractiva, pero sabía, que si lo hacía, sus amigas jamás se lo perdonarían.



—Tienes un cuerpo maravilloso y el rojo te sienta de maravilla, así que deja de quejarte, Rose —contestó Bella.



Una oleada de mujeres histéricas comenzó a gritar y a ofrecer dinero por el hombre que estaba siendo subastado en el acto benéfico. Rosalie estaba segura de que las paredes del Caliber Club nunca habían visto algo así. Aquello la hizo dudar sobre los planes que las tres habían trazado tomándose unas quesadillas y, evidentemente, más de una margarita.



Rosalie tomó aire y le dio otro sorbo al champán. ¿Cómo demonios había llegado a creer que iba a poder tirar por la borda treinta años de ser una buena chica? ¿Qué la había poseído para creer que iba a ser capaz de pujar por el soltero más codiciado de la subasta de aquella noche? Debería haber comenzado con un acto rebelde más pequeño, pero no, había elegido lanzarse a la insurrección total.



Como auditora del banco familiar siempre había sido una mujer de naturaleza prudente que trabajaba tal y como se esperaba de ella y que siempre cumplía las normas. Ella llevaba una vida tranquila y organizada y se encargaba de los negocios tal y como lo había hecho su madre antes que ella.



Sin embargo, la súbita presión para que se casara por el bien de la empresa la había paralizado y la había hecho sentirse como un objeto en las negociaciones de fusión del Banco de Inversión Hale y de la Banca King y no como un ser humano.



—No me puedo creer que me haya dejado convencer para hacer esto —se lamentó—. No sé si estoy preparada. Tal vez, debería haber elegido un hombre menos…



—¿Macho? —le preguntó Alice sonriendo divertida.



Rosalie asintió.



El soltero número nueve subió al escenario y Rosalie sintió que el corazón le daba un vuelco. Las mujeres congregadas alrededor, señoritas dignas y rectas normalmente, comenzaron a gritar y a silbar.



Desde luego, si existía un hombre sobre la tierra capaz de tentar a una mujer y de hacerla arriesgarse y romper unas cuantas normas, era aquél.



Se le veía muy a gusto siendo el centro de atención, pues sonreía animando al personal, dando palmas y moviendo las caderas al ritmo de la música.



Desde luego, sabía bailar.



Rosalie sintió que un escalofrío le recorría la columna vertebral. El tipo llevaba una camiseta negra apretada que marcaba su torso, bien musculado, y sus maravillosos bíceps. Lucía unos vaqueros desgastados y botas camperas, algo poco usual en la ciudad portuaria de Wilmington, situada en Carolina del Norte.



Teniendo en cuenta que todos los demás hombres que habían subido al escenario aquella noche lo habían hecho de esmoquin, el atuendo informal de aquel propietario de un bar decía a gritos que aquel hombre era un rebelde. Rosalie no creía que fuera coincidencia que así se llamara su local y que eso fuera lo que ponía también en su camiseta.



Rosalie sintió que el pulso se le aceleraba. Apenas podía oír lo que estaba diciendo la presentadora. ¿Es que acaso aquella mujer no sabía que una imagen vale más que mil palabras?



Emmett McCarthy no necesitaba presentación. ¿Qué mujer no iba a querer que la tomara en brazos o que la sedujera con aquella sonrisa?



—«Siente el poder entre las piernas… un mes de clases de Harley y de equitación» —leyó Bella en el programa—. Rose, éste es tu hombre, el que te va enseñar lo que te has perdido, es exactamente lo que necesitas para olvidarte de la loca idea que te ha propuesto tu madre.



Rosalie se terminó la copa de champán.



—No sé si la idea de mi madre es tan mala. Royce es un buen hombre.



—Pero no estás enamorada de él y es muy aburrido —intervino Alice.



—Es más efectivo que una pastilla para dormir —añadió Bella—. Además, es un mandilon y te tocaría llevar a ti los pantalones.



¿Y qué? A sus padres les había ido bien así.



—Las quiero mucho y les agradezco que se preocupen por mí, pero, empleando la lógica, Royce es una buena elección. Es un hombre equilibrado, de carácter fácil y ambicioso, como yo. Es el único hombre con el que he salido que entiende lo que demanda mi trabajo y las horas que le tengo que dedicar. Podemos estar hablando durante horas sin caer en el silencio.



—Sí, de trabajo —contestó Bella—. ¿Y qué sucederá cuando se les acabe ese tema de conversación o, Dios no lo quiera, te jubiles? ¿Van a hablar de créditos y débitos en la cama? Te conozco bien, Rosalie, y sé que, cuando te comprometes con algo, nunca te echas atrás, da igual que sea el trabajo o el matrimonio. Olvídate de la lógica por una vez. Ésta es la última oportunidad que vas a tener para darte cuenta de que debe haber algo más que conveniencia en una relación.



La última oportunidad. Aquella frase hizo que Rosalie se quedara sin aliento. La última oportunidad antes de darle el sí quiero a Royce King, hijo del propietario del banco que se quería fusionar con Hale. Se trataría de un matrimonio de conveniencia sin amor.



Rosalie se sintió incómoda. Sus amigas tenían razón. Royce no era precisamente muy divertido, pero era amable, no estaba mal físicamente y era tenaz. Si se casara con él, se acostarían, como era de esperar, todos los sábados por la noche durante cincuenta años. Por otra parte, la rutina daba orden a la vida y el sexo no lo era todo. Desde luego, no debería ser la base de algo tan importante como el matrimonio. Las emociones eran volátiles e impredecibles. Tener valores similares y respetarse mutuamente era mucho más importante.



Si se casara con Royce, seguro que desarrollarían con el tiempo intereses comunes y el amor aparecería tarde o temprano…



¿Verdad?



Claro que sí. Si tenía dudas, lo único que tenía que hacer era fijarse en sus padres. Se habían casado hacía casi cuarenta años para unir a dos familias de banqueros y seguían casados a pesar de que muchos de sus amigos se habían divorciado.



Rosalie volvió a mirar hacia la puerta y volvió a preguntarse si debería irse antes de dejarse llevar por la locura. No, había hecho una promesa y debía cumplirla.



—Jurenme que no se van a echar atrás, que van a comprar un soltero cada una esta noche.



Alice y Bella sonrieron con aire angelical y levantaron la mano derecha como si estuviera jurando sobre la Biblia. Rosalie no se fiaba de aquellas sonrisas. Aunque sus amigas no tenían una vida tan metódica como la suya, la escapada de aquella noche no era propia de ninguna de ellas. Seguro que alguna recuperaría la cordura tarde o temprano.



En aquel momento, el micrófono emitió un chirrido que llamó la atención de Rosalie de nuevo hacia el centro del escenario. El hombre que ocupaba aquel lugar era guapo desde la cola de caballo hasta la punta de las botas. Por el aspecto que tenía, era evidente que no iba a necesitar ningún manual para darle placer a una mujer.



Rosalie se dijo que le iba a hacer falta algo más que champán para comprar a aquel soltero. Si lo hacía, estaría desobedeciendo los deseos de su madre, algo que nunca se había atrevido a hacer por miedo a las repercusiones.



Sin embargo, cuando había cumplido los treinta años y su madre le había hablado de casarse con Royce, Rosalie se había planteado si no habría algo más en la vida y les había prometido a Bella y Alice que investigaría la posibilidad antes de acceder sumisamente al futuro que su madre había planeado para ella.



Aun así, tenía dudas y se preguntaba si el hombre que había elegido no sería demasiado, pues se trataba de un hombre completamente diferente a los hombres con los que había salido hasta aquel momento. Ojalá el precio del rebelde excediera el límite que Bella, Alice y ella habían establecido. Así, podría elegir a uno más normal.



«Cobarde. Si haces eso, el plan no saldrá bien», se dijo.



El plan le parecía cada vez más loco. Rosalie había decidido romper las normas por una vez en su vida y, como no tenía ni idea de cómo hacerlo, había elegido a Emmett McCarthy, un rebelde llegado del infierno, con la esperanza de que supiera guiarla. El plan era ponerse en sus manos durante un mes. Una vez transcurrido ese tiempo, segura de haberlo probado todo, podría casarse con Royce.



—Vete a casa antes de que te metas en un lío.



Al oír la voz de su hermano mayor y a pesar de que lo que verdaderamente quería hacer en aquellos momentos era salir corriendo de allí, Rosalie levantó el abanico que tenía en la mano, señal de que pujaba por el hombre que estaba en aquel momento en el escenario y al que habían bautizado «Demasiado guapo para ser verdad».



Bella y Alice sonrieron. Rosalie no se atrevía a mirar hacia el otro extremo de la estancia, donde estaba su madre, una de las organizadoras del evento benéfico.



—¿Por qué iba a ser un problema que me den clases de caballo durante un mes? Déjame en paz, Jasper —le dijo a su hermano.



—No me preocupa lo del caballo porque ya sabes montar, pero sí me preocupa lo otro, lo de la moto. Rosalie, no se te da bien la coordinación.



Aquello le dolió. Sobre todo, porque era verdad. En aquellos momentos, se limitaba a nadar para no caerse cuando su mente se iba directamente a asuntos de trabajo.



—Tengo treinta años, así que no me digas lo que tengo que hacer.



—Alguien te lo tendrá que decir porque tus amigas y tú… debéis de estar locas —insistió Jasper mirando de soslayo a las aludidas—. ¿Cómo se os ha ocurrido comprar hombres? Si quieres ayudar al acto benéfico, compra a Royce y no a ese…



—¿Tío bueno? —intervino Alice.



Jasper la miró con el ceño fruncido.



—La idea de la subasta de solteros fue de mamá —sonrió Rosalie con aquella sonrisa que reservaba para los clientes difíciles—. Bella, Alice y yo simplemente la estamos ayudando.



—Maldita sea, Rosalie, no vas a poder con un hombre como él. Te va a pasar por encima y te va a dejar hecha polvo. Sé inteligente. Compra a Royce. Con él… estarás a salvo —concluyó intentando arrebatarle el abanico a su hermana.



Rosalie se apresuró a apartar la mano. A salvo. Aquello lo decía todo. Llevaba toda la vida sin arriesgar nada, buscando siempre seguridad. ¿Y de qué le había servido? De mucho en el trabajo, pero de nada en su vida personal.



Nunca se había enamorado ni había deseado a un hombre con todo su cuerpo y quería averiguar si era capaz de sentir emociones tan intensas. No quería sufrir, por supuesto que no, pero quería saber si era capaz de oír campanas y silbidos y de sentir orgasmos estremecedores.



Por una vez en su vida, no quería sentirse segura. Rosalie volvió a mirar al hombre que estaba sobre el escenario. Aquel hombre hacía que la piel se le pusiera de gallina y que se le entrecortara la respiración, así que levantó el abanico. Su hermano, tan conservador como ella, no se atrevió a montar un numerito ni a intentar impedirle que pujara.



—No quiero comprar a Royce —declaró—. Me aburre la idea de cenar con él todos los sábados. Ya ceno con él todos los viernes —se lamentó—. ¿Qué hay de malo en divertirse un poco? Deberías hacerlo de vez en cuando.



En cuanto lo hubo dicho, se arrepintió. A su hermano lo había dejado su pareja hacía unos meses y todo el mundo se había enterado. Aunque Rosalie no creía que su corazón hubiera sufrido demasiado, su orgullo no lo había podido superar. La peor parte era que, dado que él no había conseguido casarse con nadie de la familia King, su madre había decidido que le tocaba a ella.



—Jasper, sé perfectamente lo que estoy haciendo, así que déjame en paz —le dijo levantando el abanico de nuevo.



—Vendido al número 223 —anunció la presentadora desde el escenario—. Jovencita, pague y pase a recoger su premio.



Rosalie sintió que el estómago le daba un vuelco. Al mirar a su madre, comprobó que ésta la miraba horrorizada. Bella y Alice aplaudían y gritaban emocionadas. Rosalie sabía perfectamente que el 223 era su número. El rebelde era suyo y lo cierto era que no sabía lo que había pagado por él, algo completamente inusual en una persona que se dedicaba profesionalmente a contar dinero.



Rosalie bajó el brazo lentamente, tragó saliva y cerró los ojos porque el pánico se estaba apoderando de ella. Lo que menos le apetecía en el mundo era subir al escenario, pero se obligó a tomar aire y a sonreír.



—Gracias por preocuparte por mí, hermano mayor, pero creo que deberías estar preparándote para subir tú también al escenario, ¿no?



Por la cara que puso, era evidente que a Jasper no le hacía ninguna gracia que su madre lo hubiera apuntado como soltero para la subasta, pero Rose se dijo que, en aquellos momentos, su hermano no era su problema.



En aquellos momentos, tenía que ocuparse de otra cosa.



Mientras su hermano murmuraba maldiciones y Bella y Alice gritaban emocionadas, Rosalie se puso en pie y se acercó a la mesa que había en un extremo de la habitación para entregar el cheque y recoger su… tragó saliva… premio.



—Rosalie Hale, ¿estás loca? —le espetó su madre acercándose a la mesa también—. ¿De dónde demonios has sacado ese vestido tan espantoso?



Rosalie sintió que las dudas se apoderaban de nuevo de ella. Sí, debía de haberse vuelto loca para haber aceptado la sugerencia de Bella, que les había propuesto que celebraran su treinta cumpleaños gastándose una parte de sus fondos en hacer algo salvaje, loco y completamente egoísta.



No, no había sido fruto de la locura sino de la desesperación. Sí, estaba desesperada por sentir la pasión de la que hablaban otras mujeres y quería sentirla con un hombre tan sensual como el rebelde. Si no lo hacía, sería una causa pérdida y se entregaría a un hombre como Royce sin esperar mucho más de la vida.



Aunque ella admiraba a su madre y quería emularla profesionalmente, nunca se habían llevado demasiado bien, así que no podía confesarle lo que le había hecho tomar aquella decisión.



—Madre, siempre he hecho lo que me has pedido, pero esta noche… ese hombre… es para mí —declaró.



En aquel momento, su premio estaba bajando del escenario y se acercaba a ella con grandes zancadas. Rose sintió que el vello de la nuca se le erizaba. ¿Por qué se sentía como una presa acorralada? Decidida a no amilanarse por aquella mirada retadora, se colocó en la postura que su madre le había enseñado, con el mentón elevado, el pecho fuera y bien erguida y rezó para que las rodillas la sostuvieran.



Jamás había conocido a un hombre tan sensual. Cuando lo tuvo cerca, sintió que el pulso se le aceleraba.



—¿Y Royce? —murmuró su madre enfadada.



—Me voy a pasar toda la vida con él, así que espero que me dejes disfrutar de este mes —contestó Rosalie.



—Un mes —le recordó su madre apretando los dientes—. Luego, espero que recuperes la cordura. Los King son una buena familia y Royce es un chico de modales impecables —le recordó como si estuviera hablando de un perro con pedigrí—. Ten por seguro que a tu padre no le va a hacer ninguna gracia todo esto.



A Rosalie no le cabía la más mínima duda. Si su madre le decía a su padre que aquello no le tenía que hacer ninguna gracia, así sería. Ella quería mucho su padre, pero sabía que no tenía voluntad propia.



—Hola, muñeca —dijo una voz masculina a sus espaldas.



Rosalie ignoró la exclamación de sorpresa de su madre y se giró hacia el hombre que se había acercado a ella. El calor que emanaba de su sonrisa y de sus ojos color café la dejaron sin fuerzas.



—Me llamo Emmett y te voy a enseñar a montar —se presentó alargando la mano.



«¿Montar qué? ¿Montar a quién?».



Las preguntas se agolparon de manera involuntaria en la cabeza de Rosalie, que se había quedado sin aliento. El ruido de sus dientes al encontrarse cuando cerró la boca fue audible para todo el mundo. Definitivamente, se había metido en un buen lío. Emmett McCarthy era más grande, más sexy y más intimidatorio de lo que parecía en la fotografía del programa.



Aunque llevaba tacones, Rosalie apenas le llegaba a la altura de la boca. Y qué boca. Seguro que sabía cómo utilizarla.



«Eso era lo que yo quería, ¿no? No. Sí. No. Oh, Dios mío, Jazz tenía razón. No voy a poder manejar a este hombre. Sí, claro que podré y lo voy a hacer».



Emmett sonrió como si estuviera acostumbrado a que las mujeres se quedaran patidifusas en su presencia. Avergonzada, Rosalie sonrió educadamente y le estrechó la mano con dedos temblorosos.



—Hola, Emmett. Me llamo Rosalie.



Una piel cálida y callosa abrasó la palma de su mano y, cuando Emmett le pasó el otro brazo por los hombros, la acercó hacía sí y la giró hacia el fotógrafo, Rosalie sintió que todas las células de su cuerpo gritaban alarmadas.



—Sonríe, muñeca —le dijo Emmett con voz grave.



Rose sintió que su olor la envolvía y que su cercanía la mareaba. En cuanto Octavia Jenkins, la reportera del periódico local que estaba cubriendo el evento, y su fotógrafo se fueron, se soltó de Emmett e intentó poner orden aunque lo cierto era que se moría por sentir aquellos dedos sobre su piel.



Aquél era el plan, llevaba semanas dándole forma y no se podía echar atrás ahora. Consciente de que su madre y los demás organizadores los estaban mirando con disgusto, miró a Emmett a los ojos.



—¿Qué te parece si nos vamos? —le dijo.



—Me parece la mejor oferta que me han hecho en toda la noche —sonrió él.



Rosalie caminó hacia la salida antes de que la tentación de darse la vuelta y pedir que le devolvieran el dinero se apoderara de ella. No le hizo falta darse la vuelta para saber que ese delicioso rebelde la seguía, pues lo sentía, oía sus botas sobre el suelo de mármol, veía las miradas celosas de las mujeres a pesar de que muchas de ellas estaban casadas y otras tenían edad suficiente para ser su madre.



Una vez en el exterior, Rose sintió el aire fresco en el rostro.



Se había comprado un rebelde ¿Qué iba a hacer con él? ¿Y hasta dónde iba a dejar que llegara aquel experimento?
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 Hola chicas como estamos?? Bueno pues aqui les dejo el primer capitulo de este precioso y delicioso fic, basado en el libro "Placer sin limites" primer libro de la trilogia Solteros en Venta.
Por favor dejen sus comentarios son muy importantes para mi, la imagen es de mi querida amiga Ada, los personajes son creacion de la Sra. Meyer.

Disfrutenlo y recueren dejar sus comentarios.

Mordiscos Dulces



5 comentarios:

  1. B... muy buen capitulo para ese fic ... me parece lindo ... e interesante me dejan un rebelde un dia .. quiero ver que sucee jajajaaja besoss

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  2. mmm una nueva historia barbaro barbaro

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  3. muy bueno el capi, espero el proximo
    con este hermoso rebelde :)

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  4. WIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!!!
    ES GENIAL!!!!!!!!!!!
    ME ENCANTA!!!!!!!!!!!
    SIUGE NIÑA!!!!!!
    BESOS

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  5. Wow!!! Me encanta en contenido y forma. Rosalie tímida como nunca y Emmett sexy hasta...mmmm. Ya soy fan de este fic!!
    Un beso.
    T.

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